viernes, 26 de octubre de 2012

La importancia de la CULTURA (con mayúsculas)

Tal día como hoy, 26 de Octubre de 1520, el Rey Carlos I es proclamado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en Fráncfort del Meno.

La cultura como forma de conocer el mundo, desentrañar los entresijos de la realidad, poner el acento en lo que verdaderamente es necesario, y rebelar a la sociedad contra el abuso de los poderosos

Podemos entrar en múltiples definiciones de cultura. Es un concepto amplio pero que tiene una serie de características que lo hacen propio y por tanto distinto al resto de acepciones de nuestro lenguaje. Podemos hablar de conjunto de formas de vida, conocimientos y expresiones de una sociedad. Según la RAE, es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

Pero no hemos de conformarnos solo con la definición. Esta entrada de mi blog intenta reflexionar sobre la propia cultura, lo que entraña para el conjunto de la sociedad, el por qué sólo algunos pocos privilegiados acceden a un nivel cultural suficiente como para hacer un análisis crítico de la realidad, y los entresijos de la industria cultural para endulzar la vida de la inmensa ciudadanía con placebos y espectáculo sin crítica alguna mientras controlan los soportes de la alta cultura y homogeiniza el pensamiento de la élite intelectual, que convierte su modo de ver el mundo tal y como el pensamiento dominante de la élite económica le impone.

Vivimos en un mundo occidental y además en una sociedad globalizada. Los grandes grupos económicos no creen en los valores fundamentales que se fraguaron con la Revolución Francesa y se cimentaron con las luchas obreras de los siglos XIX y XIX. Esos valores pisoteados por ideologías totalitarias y que el mundo después de 1945 pretendió garantizar con la creación de la Organización de Naciones Unidas en 1945 y la adopción tres años después por parte de este organismo de la Declaración Universal de Derechos Humanos. 

Como dice sabiamente José Luis Sampedro, economista, escritor y miembro de la RAE, en el reciente libro publicado en abril de 2011, "Reacciona, 10 razones por las que debes actuar frente a la crisis económica, política y social": cada civilización encarna un sistema de valores que moldean las conductas individuales. Un sistema de creencias que los dirigentes asumen (y promueven, añado yo), como todos. Una de esas creencia es la convicción occidental del crecimiento imparable. Las actuales consignas de moda (productividad, competitividad, innovación) expresan con claridad la intensidad de esa fe. 

Las actuales élites económicas han tomado el poder. Igual que Tejero subió a la tarima el 23F para acabar con una democracia incipiente e imponer una nueva dictadura ultraconservadora, las élites económicas, los consabidos mercados, han tomado el control de la nave. Los ciudadanos (¿o consumidores?, cómo tanto gustan de llamarnos en los medios de comunicación) asisten impasibles a reforma tras reforma, a recorte tras recorte, aunque nunca se les llama como tal. El propio Sampedro llama a la ciudadanía, especialmente a los jóvenes, a la acción entre todos porque otro mundo no sólo es posible, es seguro. (...) Mi mensaje a los jóvenes es que ha llegado el momento de cambiar el rumbo de la nave. Aunque sus líderes sigan en el puesto de mando y al timón, aunque desde allí sigan dando órdenes anacrónicas, los jóvenes puestos en el remo pueden dirigir la nave. Solo necesitan unirse y acordar para que el barco gire en redondo, poniendo proa hacia el desarrollo humano.

Los grandes grupos económicos, que ya controlan desde hace décadas los medios de comunicación, y que crearon una industria cultural al servicio de los poderosos, para expandir el cine espectacular, la telebasura, la música comercial sin crítica social alguna...la misma industria cultural que pone mil y una trabas a la edición de contenidos culturales críticos con el sistema e innovadores en sus soluciones a la crisis. Estos grupos económicos, que también llevan décadas financiado campañas políticas y por tanto comprando el favor de nuestros representantes, se han quitado la máscara. Gobiernan sin tapujos, con demagogia y cinismo, y hasta con un punto de burla, el destino de la humanidad. Intentan esconder sus beneficios, lavar sus evasiones fiscales en paraísos fiscales que continúan imperecederos. Orientan la política económica de los países de todo el globo según sus propios intereses económicos. Salvan bancos, socializan las pérdidas, pero privatizan beneficios.

Ya están los medios masivos de comunicación a su servicio, para expandir a los cuatro vientos que Emilio Botín dona 20 millones a Cáritas, pero que nada dicen de la evasión fiscal de ZARA a través de Irlanda, o de los casos de explotación infantil y esclavitud en India o Brasil de Inditex.

La cultura es más importante que nunca. Decenas de miles de jóvenes se concentran en botellódromos, en quedadas para beber y drogarse, pero pocos, muy pocos tienen la conciencia suficiente como para concentrarse a exigir un futuro mejor. Sólo cuando llega el hambre se agudiza el ingenio. Cuando el desempleo juvenil llega al 50%, cuando a los 30 años los jóvenes (que en esas edades dejan de serlo), siguen viviendo en casa de sus padres. Es entonces cuando salen a la calle, y buscan un modelo distinto, un referente nuevo para un cambio no solo posible sino imposible de evitar. Se necesita de la cultura, para enseñar a las masas desposeídas de razón e imbuidas en el consumismo y en la fe al Dios del Dinero. Se necesita un cambio cultural, una nueva cultura basada en los grandes valores de la Ilustración, pero con los pies en el suelo. Se necesita educar a la ciudadanía en valores como la justicia, la igualdad, el progreso general, la libertad, la equidad social, el reparto de recursos entre todos los habitantes del planeta, el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente, el fin del egoísmo, del caciquismo. El exigir una verdadera democracia, participativa, que corte los lazos con el capital, con representantes que sólo rindan cuentas ante sus representados.

La cultura es necesaria, pero no todo tipo de cultura. Necesitamos la CULTURA con mayúsculas. Necesitamos que la gente lea con la misma avidez un artículo de opinión de Vincenç Navarro en EL PAÍS que la última crónica del Madrid-Barça del MARCA. Es más necesario que nunca que programas televisivos con contenido social, aunque tengan que adaptarse a formatos novedosos y atractivos, aunque pierdan parte de su esencia, sigan teniendo un mensaje alternativo. Que las masas pasen de Sálvame a Salvados. 

Aunque tal vez esté pasándome, tal vez sea demasiado utópìco, tal vez la redención ya no sea posible, y el cataclismo capitalista en su camino a la implosión de la Humanidad sea ya inexorable...

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